De esto se trató realmente la reprimenda pública de Trump al CEO de Bank of America en Davos
Análisis por Allison Morrow, CNN
En caso de que algunos ejecutivos corporativos estuvieran esta semana preguntándose cómo serán los próximos cuatro años, un momento bastante revelador en Davos debería darles una idea de lo que significa hacer negocios en la era de Trump 2.0.
Por si te lo perdiste: Davos, también conocido como el Foro Económico Mundial en Los Alpes suizos, reúne a las figuras más importantes del mundo en los negocios, la tecnología, la inversión y la economía. (Piensa en largos días de paneles académicos seguidos de cócteles amistosos y bistecs y los chismes corporativos más elitistas del planeta).
Naturalmente, el discurso de apertura del presidente de EE.UU, Donald Trump (que realizó por videoconferencia desde Washington) tuvo una buena asistencia. Pero no fue la visión de Trump sobre los impuestos corporativos o los aranceles más bajos lo que dominó el happy hour del jueves, según Lauren Hirsch del New York Times.
En cambio, la charla se centró en Brian Moynihan, el CEO del Bank of America, que pensó que estaba preparando una pelota fácil para el presidente, pero pronto se dio cuenta que estaba en la mira de Trump. Lo que sucedió fue una reprimenda pública a uno de los financieros más poderosos del mundo, una advertencia al sector privado, directamente de la boca de Trump: la administración no tolerará la ideología “woke” en las filas del gobierno federal, y las empresas también deberán hacerse eco de eso.
Durante las preguntas y respuestas, Trump promocionó sus planes para reducir la inflación antes de volver a centrar abruptamente la atención en Moynihan.
“Ha hecho un trabajo fantástico, pero espero que empiece a abrir su banco a los conservadores, porque muchos conservadores se quejan de que los bancos no les permiten hacer negocios”, dijo Trump. “Usted, Jamie y todos… Lo que están haciendo está mal”.
Las mandíbulas se cayeron al suelo, según informó el Times.
A lo que Trump se refería es a una acusación de que los principales prestamistas, incluidos Bank of America y JPMorgan Chase (dirigido por Jamie Dimon), han estado “desbancarizando” a grupos conservadores y religiosos debido a sus políticas. Ambos bancos han negado repetidamente la acusación, que se convirtió en un tema de conversación de la derecha la primavera pasada después de que más de una docena de auditores y tesoreros estatales escribieran una carta abierta a Moynihan, citando algunos ejemplos en los que se cerraron cuentas de organizaciones religiosas o de derechas. (Bank of America había declarado que esos casos no estaban relacionados con ninguna inclinación política o religiosa).
El portavoz del Bank of America, Bill Halldin, reiteró a CNN el jueves que el banco atiende a 70 millones de clientes, incluidos conservadores, y que no tiene “ninguna prueba de fuego política”. Y la representante de JPMorgan, Patricia Wexler, dijo en una declaración: “Nunca hemos cerrado y nunca cerraríamos una cuenta por razones políticas, punto”.
El objetivo de la crítica de Trump a Moynihan no era defender a un puñado de grupos que tuvieron que cambiar de banco. El objetivo era enviar una advertencia a todos los ejecutivos en la sala y a todos los que estaban viendo la transmisión en vivo en todo el mundo. El mensaje fue que no se tolerará ningún desaire, real o imaginario, contra su base.
Es un cambio sorprendente para un Partido Republicano que, hasta hace poco, había adoptado un enfoque de laissez-faire para los negocios.
Durante décadas, la ortodoxia conservadora se erizaba ante cualquier señal de intromisión del gobierno en los asuntos corporativos, ya sea a través de regulaciones federales o impuestos corporativos. Pero el cálculo ha cambiado en línea con la filosofía de la zanahoria y el palo de Trump: seguro, reduciremos sus impuestos, pero eso tendrá un costo.
La afirmación de la “desbancarización” refleja un sentido más amplio entre algunos en la derecha que creen que son víctimas de una agenda de izquierda que se ha arraigado en el mundo corporativo estadounidense. Una serie de injusticias percibidas se han convertido en una campaña activa (al principio en las redes sociales, ahora desde la Casa Blanca) contra las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI).
Puede que Bud Light no sea el responsable de esta reacción, pero su breve asociación publicitaria de 2023 con una influencer trans echó más leña al fuego de los resentimientos latentes de la derecha. Después de que apareciera un único contenido patrocinado en Instagram, los influencers y los medios conservadores hicieron estallar la historia hasta convertirla en una narrativa conspirativa sobre la infiltración de la cultura “woke” en todo. No se trataba solo de las élites costeras con sus pronombres y fronteras porosas: se trataba de Budweiser. El rey de las cervezas, de repente del lado de la comunidad LGBTQ.
Incluso cuando Bud Light capituló e intentó dar marcha atrás con el anuncio, los consumidores se rebelaron y la marca perdió más de US$ 1.000 millones en ventas en el año siguiente.
Desde entonces, decenas de marcas (Walmart, Ford y Target, por nombrar sólo algunas) aparentemente han cedido ante los activistas de derecha al anunciar reducciones en sus programas DEI. Muchos de esos “triunfos” son exagerados por los activistas, ya que muchas de las empresas, como McDonald’s, simplemente han modificado el lenguaje que utilizan en lugar de alterar sus operaciones.
Sin embargo, con el ascenso de Trump a la presidencia, la reacción contra las políticas DEI ha pasado de ser una campaña en las redes sociales por parte de un puñado de agitadores a la política oficial del gobierno federal. Esta semana, Trump firmó decretos que recortan los programas federales DEI e, incluso, ordenó a las agencias gubernamentales que investigaran tales campañas en las empresas que cotizan en bolsa.
No está claro por el momento cuántas personas serían despedidas como resultado de esta decisión, aunque ya se ha puesto a docenas en licencia administrativa. El exdirector interino de la Oficina de Gestión de Personal, Rob Shriver, dijo a NPR que “dada la brocha gorda que han pintado, es potencialmente una cantidad muy grande de personas”.
Por supuesto, no todas las empresas están dispuestas a tirar la toalla.
El jueves, los accionistas de Costco votaron abrumadoramente en contra de una propuesta de un grupo de expertos conservador que habría obligado al minorista a cuantificar los riesgos de mantener sus iniciativas de DEI. Apple rechazó una propuesta similar este mes. E incluso JPMorgan Chase, que no es exactamente un bastión del liberalismo, pareció el miércoles trazar una línea divisoria. Dimon, consultado por la CNBC sobre la presión de los activistas para abandonar las políticas DEI, se mantuvo firme y afirmó: “Que lo intenten”.
The-CNN-Wire
™ & © 2025 Cable News Network, Inc., a Warner Bros. Discovery Company. All rights reserved.